lunes, 30 de julio de 2007

Goodbye, Blue Sky



En las noches más oscuras que la muerte, en las noches de sollozos que penetrarían cualquier alma de una madre que ha tomado el dedo de su hijo, en instantes de agonía por el sentimiento que muere, en los momentos de pánico y desolación... Solo queda llorar, pero que vinagre es el trago de una lágrima cuando se pasa solo.

Las historias de vida que tenemos son realmente crudas solo cuando son contadas desde el otro lado de la realidad, pero porque existe una sola, los puntos y caminos que llegan al fin siempre son los mismos. Las historias de vida que tenemos son realmente verdaderas solo cuando las hemos vivido de cabeza, y cualquiera que goce el vivir de pie, es solo producto de una burbuja que no ha podido, ni ha querido, reventar.

Solo porque respiramos, comemos, dormimos y nos codeamos entre los grandes filósofos modernos, estamos tan solos con nuestra soledad, que ni cuenta nos daríamos que nos acompañan cada mañana, al salir del trabajo y entrar a la vida, nuestros demonios sutilmente encadenados, amordazados y puestos en marcha sobre una nube que se pasea sobre nuestros hombros.

Así es este asunto, el dolor del abandono se hace presente como una figura fantasmal, nos toma desprevenidos y causa horror en quienes no estamos preparados para tamaña bofetada. A su vez, la miseria sentimental que hemos dejado atrás, salta a nuestro presente como recuerdos fugaces. Aquella niñez petrificada del niño asustado. Aquella pubertad de desencuentros y marcada desilusión. Aquella juventud viviendo dos vidas, ambas de mentiras y máscaras que ocultan vanidad...¡Y es que estamos tan rodeados y tan solos!.

¡Já!. La retórica barata, así como los espejos demacrados de nuestra generación, son solo ejemplos del alimento que tragamos los ignorantes, son el cáncer de la gente que no entiende, son el destino de quien ha optado por consumir productos light y caminar con audífonos por las calles de la gran ciudad. Son la mugre que nos mantiene vivos... ¡Vivos, pero solos!.

¡Porque sí, tu y yo comemos del mismo plato!. Comemos de las ansias de ser libres, pero no estar solos. Bebemos del manantial que nos brinda inseguridad y odio, pero siempre amables. Respiramos el perfume de la pudrición mental, pero con incomparables muecas de agrado. Bailamos música docta con la muerte, pero siempre sintiendo su tibio aliento. Dormimos solos... ¡Porque estamos solos!.

¡Porque sí, somos como relojes!. Avanzamos sin darnos cuenta de nuestra existencia (miserable, por cierto), evolucionamos en un vaso de agua, nadamos desnudos en un mar de incomprensión popular. Solo corremos de un lado a otro buscando a quien regalarle una flor, buscando la precisión del antojo entregado, buscando el rocío de la mañana al son de una serenata de jugo de naranja y pan tostado... Pero recuerde mi amigo, en una misma mano no se ocupan dos relojes.


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