lunes, 24 de noviembre de 2008

Brutalmente Honesto

[ Texto originalmente publicado para El Repuertero ]

http://www.elrepuertero.cl/admin/render/noticia/16204

Nunca creí en el Viejo Pascuero, no sé porqué, sólo tenía unos seis años y mientras todos mis amigos le escribían cartas pidiéndole un Nintendo o una Bicicleta, yo pasaba horas pensando por qué un anciano con pinta de cirrosis andaba repartiendo regalos por todo el mundo, y lo que era aún más intrigante, por qué andaba en un traje de algodón en diciembre, todo sopeado… Era un niño distinto, pasaba horas divagando en cosas que otros consideraban obvias; mientras los retoños de mi edad se llenaban de azúcar para semana santa, yo me preguntaba si los huevos de chocolate eran los ‘desechos’ del conejo de pascua, o cuando ellos gastaban las riquezas que encontraban bajo su almohada, yo me cuestionaba que clase de sádico fetichista era el Ratón Pérez para coleccionar dientes.

Jamás he entendido que salió mal en mi, quizás me hicieron con menos cariño que a ‘Miguelito’ o al ‘Chipamogli’ y por eso siempre tuve un sentido de humor diferente, por no decir perverso, porque pasaba tardes enteras haciéndole muecas al ciego de la esquina y a los ocho años ya contaba con un amplio repertorio de chistes de leprosos y niños somalíes. O quizás el cariño no ha sido el problema, sino que al igual que muchos otros jóvenes siento que me han mentido, que crecí en un mundo donde todos se confabularon para hacerme creer algo que es falso: Pisar caca no da buena suerte, los libros de autoayuda no te ayudan y por lo que he visto hasta ahora, los pacos no tienen tetas.

Aún así he logrado sobrevivir, han pasado los años y he crecido para convertirme en un estudiante universitario, un artesano en mimbre y un gran amigo de mis amigos, los cuales suelen destacar la honestidad como una de mis características, claro, después de nombrar; fome, soberbio, desaliñado, irresponsable, maleducado y más ordinario que ataúd con calcomanías... Pero de todas maneras me siento tranquilo con que me consideren directo y despreocupado de decir o hacer lo que se me venga en gana.

Y quizás es por mi manera crítica de ver el mundo que me cuesta mantener relaciones amorosas estables, se me hace difícil encontrar una polola que aguante mis comentarios sarcásticos, como cuando estaba en una charla con unas niñas guapas de la PUC y les dije “estoy más aburrido que el pene del obispo”. En fin, a veces siento que esa parte del cerebro masculino que tiene las instrucciones para jotear vino malo de fábrica en mi caso, porque simplemente no tengo el descaro de decirle a una mina “tienes los ojos más hermosos del mundo” o “me encanta conversar contigo” cuando en realidad sólo estoy mirándola lujuriosamente mientras pienso en callarla con métodos 'poco ortodoxos'.

Es como si en este mundo moderno estuviera mal aquella cosa llamada 'decir la verdad', preferimos mentirnos y vivir en el status-quo que nos entregan las ilusiones; como creerse intelectual por leer Harry Potter o pensar que Líder realmente tiene una mujer como gerente. Pero para mi no es sólo justo y necesario decir la verdad, sino que esta también debe ser completa, ser 'brutalmente' honesto es la única manera de no convertirme en un aliado de la falsedad.

Es por esto, que no encontré manera más sensata de contar lo siguiente… Andrés, le tengo ganas a tu hermana.
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