lunes, 22 de septiembre de 2008

Mr. Tinkles

Andy salía atrasado al trabajo como siempre, se metió al auto apurado, tiró el maletín al asiento del copiloto y encendió el motor de su flameante cacharro, siempre sucio de polvo, donde los niños del barrio le escribían cosas. Echó marcha atrás y escuchó un chillido tan grotesco como la vida misma, frenó en seco y con las manos tomándose la cara trató de esconder un rostro que no sabía fingir. Se bajó del auto temblando y mientras contemplaba la macabra escena apareció su esposa Antonia, gritándole "¡Mataste al Gato!, ¡Mataste a Mr. Tinkles!". Pero la bola de pelos aún gimoteaba lastimeramente, incluso con las tripas afuera, aún se escuchaba su jadeante respiración. Andy estaba poseído por un nerviosismo espantoso, tomó un fierro metálico que encontró cerca y de un certero golpe le reventó los sesos al felino y con una sonrisa le replicó a su esposa...

Corrección, ahora si maté al gato... ¡Ahora si maté al puto gato!”.


Dedicado a Charles Bukowski

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